El pasado 7 de junio se celebró en las instalaciones de nuestro Colegio el Día que dedicamos a los Antiguos Alumnos.
Como es tradicional, el acto se inició con la Santa Misa en la Capilla, presidida por el P. Javier Pérez de la Canal, S.J. A continuación, ya en el Salón de Actos, se nombró Alumno Distinguido a Rubén Fernández Abella (p.85), quien además de sus méritos literarios, ha llevado a sus obras el nombre del Colegio San José de Valladolid. [Ver discurso]
En el mismo acto intervinieron también representantes de las promociones que cumplían las Bodas de Oro y Plata de su abandono del colegio.
Para finalizar, se degustó el tradicional vino español, que resultó sumamente entrañable, con compañeros de diversas generaciones recordando, con gran animación, su paso por el Colegio
Discurso 25 años. Promoción 1990
Jorge Colino (Leído el Domingo 7 de Junio en el Salón de Actos del Colegio):
Queridos Padres Jesuítas, (Rector del Colegio), Profesores, Compañeros.
Cuando nuestro compañero Juan Silvela me llamó para comunicarme que habíais pensado en mí para dirigiros unas palabras este día de reencuentro emocionante después de 25 años, había algo que me llamaba poderosamente la atención. Así que me puse a sacar un poco de punta, a razonar sobre las palabras de lo que había aquí hoy, y encontré algo que no me gustaba. Os explico:
Este evento lo llamamos “Reunión de Antiguos Alumnos”, la Asociación tiene en su nombre “Antiguos Alumnos” y así seguiríamos enumerando esta palabra que me chirría soberanamente: ANTIGUO.
ANTIGUO ¿Y por qué? Veréis. Para muchos de nosotros fueron 12 años los que pasamos (de 1978 a 1990), juntos aquí, en el Colegio San José, conviviendo una gran cantidad de horas de nuestra existencia, compartiendo tantas cosas juntos, que los lazos que se han creado en nuestra vida afectiva, en nuestra memoria, en nuestro recuerdo, forman parte de nosotros e incluso se siguen revitalizando permanentemente. No hablamos de nuestro “antiguo padre”, o nuestra “antigua hermana”, o “antigua abuela” ¿verdad? Así que permitidme que os llame, por lo que simplemente sois para mi, y seguís siendo, COMPAÑEROS del colegio, porque esto, chicos, casi, “imprime” un carácter indeleble, como nos contaban de los sacramentos. Ser compañero, alumno del San José es algo actual, vivo y cotidiano. Y si no que se lo digan a muchos de vosotros que os seguís viendo, compartiendo muchos momentos de vuestra vida, sabiendo de vuestras alegrías, celebrando vuestros éxitos, apoyándoos en vuestras dificultades. Hoy además que todo evento, noticia o acontecimiento lo tenemos a tiro de facebook, e-mail o mensaje de whatsApp, se nos hace cercano e inmediato.
Así que de “antiguos”, nada, por favor. Actuales y bien reales, como lo siguen siendo las aulas, los claustros, los patios, las escaleras, este mismo salón de actos… Seguimos sintiendo que pisamos algo conocido y cotidiano, tierra firme y propia, que forma parte de nosotros.
En este salón fue donde entramos por primera vez, a hacer esos festivales de fin de curso. ¿Recordáis? Algunos de nuestra promoción debutamos en primero de EGB en una versión teatral de “El gigante Egoísta” de Oscar Wilde, me acuerdo perfectamente en mi interpretación estelar en el papel de … “lluvia”. Seguro que a algunos de vosotros os vienen a la memoria las veces que participamos juntos. Curioso, este salón de actos es uno de mis primeros recuerdos del colegio, pero también de los últimos e imborrables de aquel glorioso COU de 1990. Porque seguro que tendréis en la memoria algún recuerdo es de ese “Tartufo” con el que todos nos despedimos, un 29 de Mayo de 1990, hace justo 25 años. Julio Lázaro y Luis Rodríguez además de enseñarnos Geografía, Historia, Lengua y Latín a casi todos los presentes, tuvieron la genial idea y la santa paciencia de prepararnos y dirigirnos este texto de Moliere, en versión actualizada por Enrique Llovet, para llevarnos una buena lección aprendida sobre la honestidad, y contra la hipocresía. ¡Buen mensaje sí señor, para los que abandonábamos el centro que lo había sido todo hasta entonces para nuestra formación y nos enfrentábamos a la vida y la mayoría de edad. Querían que fuéramos personas integras, honestas y no como ese falso beatorro protagonista (con el debido perdón a Ismael Puentes, que lo hizo muy bien, queriendo engañar al matrimonio formado por Fuencisla y un servidor…). Oscar, Marga, Gerardo, Marcos, Inés, Arancha.. todos os acordaréis, seguro!
Esto era formación integral, como la que San Ignacio promulgaba. No sólo en inteligencia, en voluntad, en memoria, también en sensibilidad, y en unos valores que nos habrían de servir para el resto de la vida. Porque el colegio además nos ofrecía mucho más que un aséptico montón de conocimientos, capacidades, habilidades, datos que memorizar… Desarrollábamos mente, cuerpo y alma. En definitiva, nos hacíamos personas.
Ya desde pequeños, atendidos por nuestras queridas profesoras de primer ciclo de EGB (como Gislena, a la que recordaré como una de las personas más dulces y amables que he conocido en mi vida, María, María Luisa, Nuria, Filo, Amparo, Pilar, Margarita.… en fin cada uno de vosotros las lleva dentro, seguro) y como os decía, se nos ofrecía también la posibilidad de practicar deportes de todo tipo, en equipos que jugaban torneos y campeonatos de fútbol , baloncesto, compitiendo con otros centros, e incluso Judo, o montañismo. El entusiasmo del Hermano Ángel Sierra era de todos conocido: “recuerda, lleva buen calzado a la nieve, que es agua compacta y el agua compacta , moja”.
Y por supuesto, participábamos en actividades literarias, como escribir en revistas o periódicos escolares (el Padre Emilio del Río dirigía aquella “Vallisoletana”), o nos dejábamos las gargantas y el alma llenos de música, cantando en el coro, o tocando algún instrumento en la orquesta de la mano de Luis Cantalapiedra, una persona que ha sido referente para mí en muchos aspectos de mi vida y a quien guardo un cariño especial. Casi podría atreverme a decir que cuando tras abandonar el colegio estrenaron en los Cines “Los Chicos del Coro” a todos se nos hizo muy familiar aquel profesor, director de los cantores, protagonista, ¿a que sí? Muchos de nuestra promoción hemos participado con él en tantos festivales, zarzuelas, y compartido luego el premio de excursiones fabulosas.
E incluso en el verano, se nos facilitaba en el Colegio la posibilidad de compartir algunos días de vacaciones en campamentos en plena naturaleza (Covaleda, San Rafael, Buitrago). Permitidme también un pequeño y cariñoso recuerdo a don Antonio Cabezón, profesor nuestro de religión e impulsor de estos campamentos, al que hace sólo un mes despedíamos, y que siempre estará en nuestro recuerdo.
Aire, pino, fuego y noche, // ave azul sobre la tienda…// Campamento San José….
Así decían los versos de José González Torices, profesor nuestro de lengua, e ilustre escritor de esta tierra.
Y seguíamos creciendo, en la EGB, aprendiendo Matemáticas con Ciriaco, Teodoro, Manuel , Lengua con Irene, Lorenzo, Paula, Historia con Fernando, Socorro , Inglés con Celina, Manuel.., Ciencias con Jesús Montenegro, Física y Química, que antes de ser una exitosa serie de televisión, era lo que Luciano nos enseñaba.. y lo que el Padre Oñate experimentaba en el Laboratorio. Dibujábamos con el Hermano Bustos, y Muruzábal, .., bueno… si… venga, y también la Gimnasia ( ya os habréis dado cuenta de que no era de mis asignaturas favoritas…) aunque lo peor era cuando llegaban los famosos “mil metros”, esas cinco vueltas al patio que te dejaban con la lengua fuera, y el corazón que se te salía por la boca… bueno a algunos.. (como a mí.. que no conseguí bajar de los 5 minutos hasta que llegué a tercero de BUP) porque otros eran auténticas máquinas que terminaban más frescos que una lechuga (Acebes, Javi Álvarez Santana, o Gustavo, que eran los baloncestistas de mi clase, ni se despeinaban…¡qué envidia!).
Y volvimos al Patio de las Columnas, de nuevo, para hacer Bup. A mí se me hizo maravilloso volver a ocupar con 14 y 15 años las mismas aulas que cuando teníamos 6, 7 u 8 años, no sé por qué milagro de organización en el centro, de obras en el colegio, en definitiva. Pero ahora, las jornadas se hacían más intensas y duras, más horas de estudio, trabajo y esfuerzo, pues crecían nuestros cuerpos y nuestras mentes. Llegaron las Ciencias, y Física y Química de Mari Luz, Ángel, las Matemáticas de Jesús Carnero o Matías, las Lengua Española con Jesús Martín, Historia y Arte con Socorro, el Padre Aniano, Julio Lázaro… el temido latín de Luis Rodríguez. Jaime Villa nos hizo filosofar, Urbano y el Padre Emilio, amar la Literatura. Isabel, Gerardo y Darío nos hicieron hablar en Inglés (“For today there are ten sentences to translate them…”)
Pero antes de que esto acabara… llegaron… ¡las chicas en Cou!. Bueno, a ver, nosotros habíamos tenido un pequeño “adelanto” ya que fuimos la última generación de alumnos exclusivamente masculina hasta COU, pero vimos, con envidia cómo los que venían detrás de nosotros empezaron a tener chicas como compañeras ya en primero de BUP. Pero, las nuestras, las de nuestra promoción, llegasteis en COU, como así fue justo hasta nuestro curso… y la vida empezó a sonreír, y a tomar otro color. ¿no? Ahora bien, volveré después a este maravilloso año, último de nuestra estancia, que merece ser recordado.
Antes, en este recorrido fugaz en nuestros años de formación en este Colegio, hay que resaltar como pilar fundamental que junto a las aulas, los patios, el cuidado y ejercicio de nuestra mente, y nuestro cuerpo, que se nos proporcionaba, estaba algo más, igualmente importante, que profundizaba en nuestro desarrollo y evolución como personas. Los Padres Jesuitas lo sabían bien y así se volcaron en nosotros, como San Ignacio se lo llevaba inspirando a la orden que él fundó desde casi 500 años, cuidando nuestro espíritu, inculcándonos unos valores y principios que nos llevaran a ser personas de servicio en la sociedad que luego nos tocaría vivir.
“Entramos para aprender, salimos para servir”…
En estas palabras de San Ignacio casi podemos encerrarlo todo.
Y ellos, los padres Jesuitas, procuraron hacerlo así durante todos los años de nuestra formación en el centro, con todo su empeño, y a la vez con todo el respeto y amor hacia nuestras personas. Sin imposiciones, sino con reflexiones, haciéndonos pensar, descubriendo nuestras creencias, nuestros compromisos en la sociedad, con nuestros compañeros, con nuestras familias, con nuestros prójimos. En definitiva, vedlo los que lo sintáis así, con el mensaje del Evangelio y de Jesús. Las clases de religión eran así, como aquellas jornadas de convivencias, y de Ejercicios Espirituales a las que se nos ofrecía poder asistir, en lugares tan bonitos como Villagarcía de Campos. Las clases de religión, las eucaristías semanales, la ayuda del padre Espiritual en cada curso… Tantos y tantos Jesuitas que han cuidado de nosotros… El hermano Martínez (Tosi), el Hermano Moncada, el Padre Ismael, el Padre Parasols, el Padre Elías, el Padre Carlos de la Rica, o el Padre Fierro, Vazquez de Prada…
Pero si hay algo que a todos nos dejaron como un legado ejemplificante de lo que la Compañía de Jesús es y significa en la sociedad, desde luego no lo pudieron hacer mejor con nosotros. Y me explico: cuando ya finalizábamos nuestros estudios, el último año, todos vosotros, chicos y chicas que formábamos la promoción del 90, en el mes de Noviembre, justo cuando empezábamos los exámenes de la primera evaluación, en el Salvador, en Centro América, varios compañeros jesuitas, murieron asesinados . Junto con el Padre Ignacio Ellacuría, dos de los religiosos eran de aquí, del mismo Valladolid: Ignacio Martin Baró y Segundo Montes. Y así también se nos quiso explicar que eso implicaba también el espíritu la orden de San Ignacio: luchar por una sociedad más justa, más solidaria, que se ocupe de los más débiles y desfavorecidos hasta dar la vida. Llegando a dejarnos este ejemplo más admirable ¿qué más podíamos pedir? ¿De qué mejor manera se nos podía hacer entender del valor de la solidaridad y el respeto al ser humano para hacer de nosotros personas íntegras que no se doblan y callan ante las injusticias? Hoy, en época de crisis, cambios, es bueno tener un norte y para mi, mirar a tantas enseñanzas y referencias aprendidas en el colegio, me ayuda y seguro que a vosotros también.
Y así comenzó ese curso 89-90. No fue sólo este uno de los acontecimientos que revolucionaron el mundo en esas fechas. ¿Os acordáis? El muro de Berlín acababa de caer. En Madrid, se organizaba una exposición excepcional con casi toda la obra de Velázquez, y el Padre Emilio del Rio, no dudó en organizarnos la excursión … y de sacrificarse por nosotros, aguantando más de cinco horas la larga cola, con una paciencia heroica, digna de San Simeón Estilita en su columna. Nos guardó el puesto a los más de 50 que estábamos (de vez en cuando alguno nos acercábamos a hacerle compañía, darle conversación), pero la mayoría aprovechó el momento para ver museos, hacer compras, pasear por el Retiro, ir a comer… y doy fe de que el único que no se movió de su sitio en 5 horas de ese frio día de noviembre fue el Padre Emilio.
Y mientras, ese año nos seguíamos empeñando en preparar una maravillosa excursión de fin de curso. Se vendían papeletas de rifas en navidad, se organizaban fiestas en la discoteca Campus publicitadas por unos “flyers” (hoy se llaman así, pero en nuestra época eran panfletos), ilustrados con los geniales dibujos de Jesús Casas. Todavía recuerdo aquel en el que una caricatura espectacular de Jaime Villa, vestido de Hamlet, se debatía en la duda filosófica del ser o no ser, ir o no ir… a la fiesta, claro.
Pues bien, la cosa, pese a todo, no pintaba de un color esperanza que digamos… Parece ser que las excursiones de las promociones de años anteriores a Palma de Mallorca no habían entusiasmado a los profesores y sobre todo al Director de Cou, al Padre Aniano, que nos había advertido, muy clarito, que el colegio no iba a “facilitar” un viaje de fin de Estudios basado en la simple fiesta y sin ningún valor educativo. Parecía que no nos iban a dar días para el viaje… cuando ¡hete aquí! que entre el grupo de delegados de clase se nos ocurrió una idea luminosa… A mí, como delegado de letras, y alumno suyo de Arte que era, me tocó utilizar mi verborrea, para convencerle de que podíamos hacer un viaje cultural… que si nos daban los tres días que quedaban de la semana de carnavales, enlazando con Lunes y Martes…podíamos tener 10 días para irnos de viaje… que si ya los recuperaríamos viniendo los sábados a hacer exámenes, y que si era el viaje en Carnaval , el mejor sitio para ver arte… era .. ¡Venecia!… y poco a poco se fue hilando todo, hasta que conseguimos llenar los dos autobuses de gente ilusionada. De la puerta del colegio salimos más de 100 chicos y chicas, para pasar, así os lo aseguro, al menos para mí, unos de los días más emocionantes de nuestra vida. Y doy fe de que hubo buen arte y de que el itinerario que nos preparó el Padre Aniano nos llevó a Milán, il duomo, Verona , la casa de Julieta y la Arena, Florencia los Uffici, Fra Angelico, Miguel Ángel, Santa Maria i Fiori, Padua, para pedir novio o novia a San Antonio, que en esa época andábamos todos muy necesitados, Siena, y sobre todo…Venecia, la Serenísima, donde estuvimos un Lunes y Martes de Carnaval disfrutando, como en un sueño, de gente vestida de unos ropajes fastuosos en un marco incomparable, sus canales, San Marcos, el Puente de los suspiros, Rialto, San Rocco.. y Los fuegos artificiales en el Gran Canal fuero un espectáculo como pocos he visto en mi vida. E incluso algunos disfrutaron de fiestas selectas en el Lido gracias a contactos con la alta sociedad veneciana que tenía Beatriz Pérez. Otros pasamos una odisea para volver al hotel esa noche de los fuegos artificiales pues perdimos el autobús del grupo y hubo que apañarse como pudimos en el último de línea regular que iba a Mestre… En fin, aventuras de todo tipo… fugas de agua en el hotel, robo de autobuses en Niza con rotura de luna incluida. Pero, eso si íbamos a buen recaudo y en buena compañía y custodia: porque Valeriano había dejado por unos días su bata de profesor de Matemáticas, y se vino con Natalia, su mujer, al igual que Fernando Paredes se animó a venir tras filosofar a cerca del “carpe diem” y el Padre Vázquez de Prada nos ofreció todo el auxilio espiritual necesario.
Tras esos días llegamos con las pilas cargadas, dispuestos a preparar nuestro último gran reto como alumnos del San José: la temida “Selectividad”. Si señores, ocho exámenes en dos días, a un ritmo frenético, donde tendríamos que demostrar los conocimientos adquiridos en nuestro colegio, y se nos abrirían las puertas a la ansiada Universidad… Y así transcurrieron los últimos meses, con un esfuerzo titánico, empeño de los profesores… y puedo asegurar que en algunos casos con originales métodos “desestresantes”… Ahí los de letras teníamos cierta ventaja, pues contábamos entre nuestras filas con un profesor, pero también un gran actor… Julio Lázaro, que se rompía, literalmente la cabeza por tranquilizarnos y hacer terapias de grupo tan originales como aquella vez que simulamos en clase el asalto de un grupo terrorista cuyo principal objetivo era eliminar la dichosa prueba preuniversitaria, e hizo, fingiendo un secuestro, bailar a las chicas de clase al ritmo de “fuera la selectividad”… (Pocas veces me he reído tanto en clase como aquel día, y por supuesto, creo que contribuyó a rebajar un poco la tensión de esos días que habrían de llegar)… Y sí, llegaron. Esos exámenes, se hicieron, y todos nos fuimos con el alivio de haber elegido a Descartes en vez de Kant (menos el héroe de Gustavo) y pensando qué serían aquellos “waterways”, canales de agua por los que se transportaban troncos, de los que hablaba el dichoso texto del examen de inglés.
Nos fuimos separando… cada uno primero a sus facultades y universidades. Algunos coincidimos esos años de carrera (creo que en Derecho casi un 20 por ciento, ¿verdad?).
Llegó la vida laboral, y para muchos la familia, los hijos… Pero seguro estoy que muchos de vosotros habéis seguido manteniendo el contacto, y esos lazos que nos han unido y que se tejieron en el San José. Sabemos algunos de otros, nos hemos preocupado cuando algún compañero lo ha pasado mal por problemas de salud, laborales.. Habéis seguido celebrando juntos cumpleaños, viajes, fiestas… Y seguro que muchos os habéis vuelto a emocionar cuando habéis entrado en esta capilla para casaros, bajo la tierna mirada de madre de la Virgen del Colegio,
Estrella de los mares, cuyos reflejos
en mis ojos de niño, resplandecieron ,…
O cuando habéis traído a vuestros hijos por primera vez a este colegio, a que siguieran vuestros pasos en su formación y educación. Porque queríais que vivieran y se formaran en un centro que ha sido tanto para todos nosotros….
Ya termino… me despido, con el agradecimiento de haber podido compartir con vosotros estos recuerdos, y quizá con la misma nostalgia en este recuentro y nueva despedida, como la de aquellos muchachos, de nuestra edad, en aquel colegio de Nueva Inglaterra, al que nosotros no tuvimos nada que envidiar ¿os acordáis… creo que fue uno de los grandes éxitos del cine aquel año, aquel curso de 1989-90?
¡Oh Capitán! ¡Mi Capitán!
Nuestro temeroso viaje está hecho,
el buque tuvo que sobrevivir a cada tormenta,
el premio que buscamos está ganado;
De un viaje temeroso, el barco triunfador,
entra con su objetivo realizado.
Y como respondería Robbin Williams a esos alumnos subidos en sus pupitres :
“Gracias , chicos, gracias” … y… ¡hasta siempre!
Jorge Colino
3 de Junio, 2015